Siempre en determinado momento de mi vida, me detengo un momento y me pongo a recapacitar sobre todos los acontecimientos ocurridos lo largo de ese periodo Juzgo duramente mis acciones y retengo los conocimientos adquiridos. Guardo en una pequeña caja mis logros, y en otra mis fracasos. Recojo de la misma caja de fracasos los momentos de derrota anteriores, y los pongo en el compartimiento de futuras batallas. Ya conocozco mis errores, por lo que mis debilidades me han ayudado a hacer frente de nuevo a lo retos.
Me siento en una computadora, y escribo el mismo escrito de siempre. Aquel donde indico lo que antes era, y lo que ahora soy, lo que de antes extraño y lo que el de ahora supera. Para serles sincero, a veces me engaño, a veces me miento a mi mismo, porque a algunas cosas les doy mas importancias que a otras, aumento los gozos, y disminuyo los fracasos. Es de esperarse, a nadie le gusta años después, dar un vistazo a su vida anterior y recordar que eras un fracaso. Y el engaño muchas veces funciona, y me creo victorias que me dan fuerza para sufragar los nuevos retos, y doy un vistazo a mis derrotas actuales y recuerdo en mis relatos que ya las he vencido, y me da fuerzas para seguir adelante. Y la vida continua. Hasta ese momento en que recuerdo que algunas de mis victorias ficticias son producto de mi sobreprotección, y entonces veo el fracaso tal cual, y las penas aumentan, y ya no sé distinguir cuales de mis triunfos fueron reales y cuales no. Y veo mi vida como toda una muralla de engaños, y me derrumbo de nuevo. Y durante pocos minutos que duro en el suelo, retomo mis bríos y hago frente a dicha derrota. Y de nuevo soy un triunfador, de nuevo he subido la montaña y vencido mis temores. A fin y al cabo, de vez un cuando un ganador debe conocer la derrota, para tener siempre en mente cuales son sus limites y que se siente llegar a ellos.
febrero 11, 2004
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